CAPÍTULO II
La llegada de los eslavos
Mientras que los intercambios comercial y cultural definieron en gran parte las relaciones de los antiguos griegos con los pueblos de las estepas ucranianas durante los últimos siglos antes de Cristo, los romanos de los primeros siglos de esta era Cristiana no tuvieron más remedio que mezclar guerra y comercio. Durante el siglo IV d.C., las relaciones con los pueblos de las estepas fue casi primariamente de guerra, con el inicio de un período conocido como “de las invasiones bárbaras” en historiografía antigua, pero llamado en la actualidad como “período de migraciones”. Este consistió en una migración masiva de pueblos enteros y tribus desde Eurasia y Europa oriental que se dirigieron a Europa Occidental, hecho que colaboró al colapso del Imperio Romano por la presión de los “bárbaros” durante la segunda mitad del siglo V. Aunque debilitada, la región oriental del imperio, conocida en la historiografía como “Bizancio”, se las arregló para sobrevivir los embates de los nómadas de las estepas, y sus compañeros agricultores desde el norte. Bizancio logró sobrevivir hasta mediados del siglo XV.
Ucrania jugó un papel importante en el drama de las migraciones. Algunos de los actores clave en las invasiones que llevaron al colapso del Imperio Romano vivieron o pasaron por Ucrania. Dentro de ellos estuvieron los godos, o los hunos, los últimos liderados por su rey “Atila el huno”.
En las estepas pónticas, las migraciones finalizaron la largueza de esta era en la que la región era controlada por tribus nómadas de origen iraní, incluídos los escitas y los sármatas. Los godos eran de origen germánico, mientras que los hunos, según la mayoría d los expertos, eran de origen mongol, de las estepas de Mongolia, y entraron en esta región acompañados por otras tribus de Asia Central. Para mediados del siglo VI, los hunos se habían ido, pero habían sido remplazados por tribus de habla túrquica.
Todos los actores mencionados anteriormente en la historia de las migraciones llegaron a Ucrania, gobernaron sus estepas, se quedaron unos años y, eventualmente, se retiraron. Un grupo, sin embargo, una vez traído en el clímax de las migraciones, se rehusó a irse. Estos fueron los eslavos, un conglomerado de tribus definidas en términos lingüísticos y culturales y representados en varias formaciones políticas. El origen indo-europeo de sus idiomas sugiere que llegaron a Europa desde el este, en algún momento entre los milenios VII y III antes de Cristo, estableciéndose en Europa Oriental mucho antes que Heródoto los describiera en la región como sus habitantes. Reclamando las áreas boscosas al norte de las estepas pónticas como su hogar, permanecieron invisibles a la mirada de autores mediterráneos a lo largo de la mayor parte de su historia.
LOS ESLAVOS fueron la fuente de atención de primero a principios del siglo VI d.C., cuando se mostraron en masa frente a las fronteras del Imperio Bizantino, que ya se encontraba debilitado por previas incursiones de godos y hunos, y se mudaron a los balcanes. Jordanes, un autor bizantino del siglo VI, de ascendencia gótica, distinguió dos grupos grandes de eslavos de estos días. “Aunque sus nombres se encuentran ahora dispersos entre varios clanes y lugares“, escribió, “se les nombra principalmente como sclaveni y como antes“. Y colocó a los Sclaveni entre el Danubio y el Dnister, reservando para los Antes las tierras entre los rios Dnister y Dnipró, “en la curva del mar de Pontus”. La data lingüística nos sugiere que la patria ancestral de los eslavos queda en los bosques y estepas boscosas ente los rios Dnipró y Vistula, principalmente en las regiones actuales de Volyn y los pantanos del Prypiat. Para el momento en el que Jordanes lo registró, ya los eslavos se debían de haber mudado desde sus bosques hasta las estepas, creándole un serio problema al Emperador Justiniano El Grande.
Justiniano gobernó el Imperio Bizantino entre los años 527 y 567 y fue lo suficientemente ambicioso como para atentar una restauración del Imperio Romano en toda su amplitud, tanto en el este como en el oeste. En la frontera del Danubio, en donde el imperio enfrentaba incesantes ataques de tribus locales, Justiniano decidió tomar la ofensiva. Procopio, un autor bizantino del siglo VI que dejó un registro detallado de las guerras de Justiniano, nos escribe que a principios de la década del 530, Chilbudinius, comandante muy cercano al emperador, fue enviado para emprender la guerra al norte del Danubio. Logró obtener varias victorias en sus batallas contra los Antes, lo que permitió añadir a Justiniano “Anticus” a su lista de títulos imperiales. “Anticus” significa “conquistador de los Antes”. Pero ese éxito fue de corta duración. Tres años después, Chilbudius fue muerto en batalla y Justiniano regresó a la antigua política de remitirse a simplemente defender las fronteras a lo largo del Danubio, en vez de intentar extenderlas.
Justiniano implementó la antigua táctica romana de “divide y vencerás”. Para finales de la década de los 530s, no sin ser incentivados y avalentonados por los bizantinos, los Antes ya se encontraban combatiendo a los Sclaveni, mientras que los generales bizantinos reclutaban gente de ambos grupos para el ejército imperial. Incluso así, continuaron las incursiones eslavas. Mientras que se encontraban en guerra contra los Sclaveni, los Antes se las arreglaron para invadir la provincia bizantina de Tracia en los Balcanes orientales. Saquearon la tierra y tomaron varios esclavos, a quienes se llevaron a la orilla izquierda del Danubio.
Habiendo demostrado su potencial destructivo, los Antes ofrecieron sus servicios al imperio. Justiniano los acogió “bajo su ala” y les designó la ciudad griega abandonada de Turris, al norte del Danubio, como sus cuarteles generales.
Como muchos otros enemigos del imperio, los Antes se convirtieron en sus defensores, a cambio de pagos regulares provenientes del tesoro imperial. Intentaron aumentar su estatus al afirmar haber capturado al mejor general del emperador, a Chilbudius, a quien querían nombrar su líder. Pero como Justiniano había otorgado a Chilbudius el título de “magister militum” o comandante de todas las tropas imperiales en la región, dicho título hubiera hecho a los Antes ciudadanos legales del imperio, más que sus porteros. Pero la trama no funcionó. El verdadero Chilbudius ya había muerto en batalla hacía tiempo, y su impostor fue capturado y enviado a Justiniano, y los Antes se tuvieron que conformar con el estatus de “foederati”, es decir aliados en vez de ciudadanos del gran imperio.
¿Pero quiénes eran estos nuevos aliados del imperio bizantino? ¿Cómo eran? ¿Cómo combatían? ¿En qué creían? Procopius escribió muchas veces sobre que los Antes y los Sclaveni compartían un lenguaje en común, así como también religión y costumbres. Podemos atribuirle su muy bien detallada descripción del modo de vida de los Eslavos, de ambos grupos. Según Procopius, los eslavos eran seminómadas, vivían en “chozas en fosas que construían muy apartadas entre ellas”.
Constantemente cambiaban los sitios en los que vivían. Los guerreros eslavos eran “excepcionalmente altos y fornidos”. Y también dijo bastante sobre su aparincia: “Sus cuerpos y cabello no son ni rubios ni tampoco tienden al tipo oscuro, sino que más bien son ligeramente pelirrojos”. Los eslavos vivían “una vida dura, sin prestarle demasiada atención a las comodidades del cuerpo….y…todo el tiempo y en toda ocasión cubiertos de mugre; sin embargo, ellos no respetan a los malvados, sino que preservan el caracter húnico en toda su simplicidad”.
Aunque cubiertos de mugre, los eslavos entraron a la historia con la bandera de la democracia. “Pues estas naciones”, escribió Procopius, “los esclaveni y los Antes, no son gobernados por un hombre, sino que han vivido desde hace tiempo en democracia, y en consecuencia todo lo que involucra su bienestar, en bonanza o enfermedad, se hace en pos del pueblo”. Preferían combatir medio desnudos sus batallas pero, a diferencia de los escoceses medievales que Mel Gibson protagonizó en su “Corazón Valiente”, eran más modestos en mostrar sus partes privadas. “Cuando entran en batalla”, escribió Procopius, “la mayorí ade ellos avanza a pie hacia su enemigo, llevando pequeños escudos y javalinas en sus manos, pero nunca llevan armaduras. De hecho, algunos de ellos no vestían ni siquiera camisa pero, ataban sus pantalones hasta casi la altura de sus partes privadas, al entrar en batalla con sus oponentes.”
Alguna información adicional sobre la forma eslava de hacer la guerra nos viene del bizantino “Strategikon”, que fue escrito alrededor del año 600 y su autoría se atribuye al emperador Mauricius. El autor describe con algo de detalle cómo los eslavos cruzaron la frontera del Danubio y se establecieron en los Balcanes. Se dio cuenta de su hospitalidad hacia los viajeros, pero liberales para honrar tratados o cumplir por mayoría de votos. En su patria al norte del Danubio, habían construido sus chozas entre los bosques junto a rios y en áreas pantanosas de difícil acceso a invasores. Su táctica preferida era la emboscada. Preferían evitar la pelea en áreas abiertas y no en formaciones militares regulares. Sus armas eran lanzas cortas, arcos de madera y flechas cortas, algunas de ellas con la punta envenenada. A sus prisioneros los hacían esclavos, pero el período de esclavitud estaba limitado según ciertas reglas.
Procopius tuvo mucho que decir sobre la religión eslava. Los eslavos eran todo menos monoteístas. “Creen que un dios, quien creó los relámpagos, es único señor de todas las cosas, y le sacrifican ganado y otras víctimas”, escribió. Mientras honraban a un dios principal, sin embargo, los eslavos no renunciaban a sus antiguos hábitos de adorar a la naturalezay de ofrecerle sacrificios. Como escribe Procopius, “Ellos veneran … tanto rios como ninfas y otros espíritus, y les ofrecen sacrificios también, y realizan sus adivinaciones en conexión con esos sacrificios”. Al autor bizantino le sorprendió, no tanto la tradición de ofrecer sacrificios a sus dioses, sino que la tradición que compartían con los romanos pre-cristianos, pero ya había fracasado desde hacía tiempo el intento de que aceptaran la religión cristiana. “O ellos no lo saben o ellos no admiten de ninguna forma que hay un poder dentro de los homnres”, escribió Procopius, un poco decepcionado, “pero en el momento en el que la muerte se acerca a elos, ya sea por enfermedad o por el inicio de una guerra, prometen que, si logran escapar, le irán directamente a hacer un sacrificio al dios, a cambio de su vida; y si escapan, le hacen el sacrificio tal y como lo prometieron, y consideran que su seguridad ha sido lograda gracias a ese mismo sacrificio”.
Lo que Procopius y otros autores bizantinos nos dicen sobre los eslavos se corrobora en gran manera con los hallazgos arqueológicos ucranianos. Los Antes se asocian con la cultura arqueológica de “Penkivka”, nombrada así por un poblado en Ucrania. Los portadores de tal cultura vivieron durante los siglos VI hasta principios del VIII en las zonas de estepas boscosas, entre los rios Dnister y Dnipró, colonizando ambos lados del Dnipró. Esa área incluye los territorios asignados por Jordanes a los Antes. Y como los Antes y los Sclaveni de Procopius, las tribus de la cultura Penkivka vivían en simples chozas semi enterradas. También se demostró que se mudaban a menudo.
Los poblados eran habitados, abandonados, y luego vueltos a habitar, lo que sugiere que sus habitantes practicaban una forma itinerante de agricultura. La arqueología también nos cuenta también algo que Procopius omitió, y es que las tribus de la Penkivka construían murallas alrededor de sus poblados o, al menos, de poblados importantes que los gobernantes locales utilizaban como cuarteles generales o centros de poder administrativo y militar.
El período en el que los eslavos jugaron un papel independiente en la región, finalizó a principios del siglo VII, cuando los Avaros comenzaron a atacar, un conglomerado de tribus de idioma túrquico provenientes de las estepas norte del Caspio, y que terminaron destruyendo el gobierno de los Antes.
Los avaros dejaron malos recuerdos en la región, de los que muchos duraron incluso hasta los siglos XI y XII, cuando los monjes de la Kyiv Cristiana escribieron partes de un registro histórico que después se llamó “La crónica primaria” o “Los cuentos de los años pasados”. Su sección inicial se bas en leyendas locales, combinadas con fuentes bizantinas. Según la Crónica Primaria, los avaros “declararon la guerra a los eslavos y arrasaron con los dulebianos, que eran eslavos también”, una referencia a una tribu eslava que vivía a lo largo del rio Buh. “Incluso realizaban actos de violencia contra las mujeres dulebianas”, escribió el cronista. “Cuando un avaro hace un viaje, no le causa daño alguno a caballo o buey que será uncido, pero en vez de ello ordena que se ate a tres o cuatro o cinco mujeres a su carro y se les obligue a halarlo. Tal comportamiento será castigado con furia divina”. “Los avaros eran grandes de estatura y orgullosos de espíritu, y Dios los destruyó”, continía el cronista. “Todos ellos perecieron, y ni un avaro sobrevivió. Hasta este día hay un proverbio de la Rus que dice que –Perecieron como los avaros–“.
Los avaros dieron paso como gobernantes de las estepas ponticas a los búlgaros, y luego a los jázaros, quienes llevaron la era de migraciones a un tiempo de relativa paz en la región, para finales del siglo. Los jázaros dejaron huella en las crónicas históricas como sujetos que co-habitaban con los ucranianos en las estepas. “Entonces los jázaros vinieron mientras vivían en las colinas y bosques”, escribió un cronista de Kyiv, en referencia a los eslavos del Dnipró, “y les exigieron tributo”. Según ese cronista, los locales estuvieron anteriormente bajo la opresión de los Derevlianos o “pueblo del bosque”, y pagaban tributo con espadas, un signo de desafío promesa de venganza próxima. Además de retomar la leyenda, la que exoneraba a los Kyivanos que habían acordado pagar tributo a los jázaros, el cronista de Kyiv muestra que los tributantes no estaban muy felices de pagar a los invasores.
Los jázaros casi no lograban controlar las fronteras a nivel de las estepas boscosas. La elite jázara turquica, interesada más en comercio bajo un estado de paz, estaba abierta a influencias extranjeras. Los jázaros recibieron una misión Cristiana en su país e incluso aceptaron el judaísmo, lo que dio origen a una leyenda relativa a los orígenes jazarios del judaísmo Europeo. El núcleo geográfico de la política creada por los jázaros estuvo en la parte baja de las cuencas del Volga y del Don, con Itil como ciudad capital en el Volga y Sarkel en el Don. La elite jázara amasó su riqueza por medio del control de las rutas comerciales, de las cuales la ruta del Volga al imperio persa y tierras árabes era la más importante. Inicialmente, esa ruta comercial llegó a superar por mucho la de “los varegos a los griegos”.
En la década de los 620s los jázaros cerraron un trato con el imperio Bizantino, que para entonces había restablecido su presencia en las costas del Mar Negro. Olbia, una ciudad griega tomada por los godos en el siglo IV, se había perdido para siempre, pero los comandantes bizantinos se aseguraron un trozo de tierra de la costa sur de Crimea, protegida de las estepas de la península por una cordillera montañosa. Entonces allí, en Quersoneso, surgió el centro administrativo de las propiedades bizantinas en Crimea. Los principales poblados se habían armado con regimientos militares durante la época del emperador Justiniano, y el imperio ya reclutaba a los godos de Crimea, un grupo ue se había separado y se había quedado en la región luego que el resto se mudara al oeste, al principio a Europa Central y luego a la Península Ibérica, para proteger las posesiones imperiales. Los ingenieros del Imperio ayudaron a los godos a fortificar sus poblados en las cuevas de las montañas de Crimea. Los jázaros se aliaron con los bizantinos contra persas y árabes, intentando mantener las rutas comerciales en dirección al mercado más rico del mundo en esa época, el de Constantinopla.
¿Qué sabemos de los eslavos que vivían en Ucrania cuando los jázaros controlaban sus regiones oriental y central? Para responder esa pregunta no tenemos demasiada información, más que una narrativa de cronistas kyivanos mucho posteriores. La arqueología nos cuenta que Kyiv, que se convirtió en la base más occidental de los jázaros en las regiones forestales de Ucrania, comenzó a existir poco tiempo antes del cambio al sexto siglo. Pero es la crónica la que nos hacer formarnos la idea de por qué este sitio era tan importante, y por qué había sido escogido para una ciudad. Una leyenda local asocia la fundación de Kyiv con el rio que pasa por allí. Los habitantes sostienen que la ciudad fue fundada por su gobernante local, Kyi, de quien proviene el nombre, junto con sus hermanos de quienes proviene el nombre de las colinas circundantes, y el rio que fluye a través de la ciudad como afluente del Dnipró nombrado en honor a la hermana, Lybid. En la ciudad existe un par de bellos monumentos dedicados a los cuatro fundadores, junto a las orillas del rio.
El cronista kyivano contó doce tribus eslavas al oeste de los Cárpatos. En el norte, sus poblados se extendían hasta el lago Ladoga, cerca del actual San Petersburgo; en el este hasta la parte alta del Volga y del Oka; en el sur hasta la cuenca baja y media del Dnipró. Estos eslavos fueron los predecesores de los actuales ucranianos, rusos y belarusos. Los lingüistas los definen como Eslavos Orientales basándose en las diferencias dialécticas que comenzaron a desarrollarse durante el siglo VI, apartándolos de los Eslavos Occidentales, que son los predecesores de los actuales polacos, checos y eslovacos, y también de los eslavos del sur, que incluyen a los actuales serbios, croatas y otros pueblos de Yugoslavia.
Siete de estas doce tribus listadas por el cronista de Kyiv residían en lo que es ahora Ucrania, a lo largo de los rios Dnipró, Dnister, Buh, Prypiat, Desná y Sozh. Sólo algunas de esas tribus se mantenían bajo control jázaro.
Mientras que sus gobernantes y formas de gobierno eran distintas, sus costumbres parecían haber sido las mismas que las de sus vecinos. Esta, al menos, es la impresión que nos transmite el cronista Kyivano, quien también resultó ser un monje Cristiano. Él consideraba como salvajes a los miembros de las otras tribus, fuera de la suya. “Ellos vivían en el bosque como cualquier bestia salvaje y comían cada cosa impura”, escribió el cronista, volteando a ver a sus predecesores y vecinos contemporáneos paganos.
Los arqueólogos nos muestran que los Eslavos Orientales fueron más sedentarios que otra cosa. Vivían en casas de tronco organizadas en aldeas de entre cuatro y treinta edificios. Las aldeas se agrupaban en racimos. A la mitad de un racimo de aldeas se encontaba un poblado fortificado que servía como cuartel general durante épocas de ataques enemigos. Los eslavos se dedicaban a la agricultura y ganadería. Tenían sus propios jefes militares, y se puede asumir que practicaban una democracia, como los eslavos que nos describe Procopius. Como los Antes y los Sclaveni, consideraban a Perun, el dios del trueno, como su deidad principal.
Comparados con los eslavos de Procopius, los descritos por el cronista de Kyiv habían logrado cierto progreso en cuanto a la higiene personal. El cronista nos pone las palabras de San Andrés, el hermano mayor de San Pedro Apóstol, y a quien se le atribuye el haber llevado el Cristianismo a Kyiv: “Vi la tierra de los eslavos, y mientras estuve entre ellos, noté sus balnearios de madera. Los calientan hasta llegar a un calor extremo, se desvisten y, tras untarse con un líquido ácido, toman ramillas tiernas y se golpean los cuerpos. En realidad se golpean tan violentamente que parece que apenas escapan vivos”.
El cronista kyivano, quien residía y probablemente creció en las vecindades de Kyiv, no era tímido en cuanto a mofarse del procedimiento de baño tan popular entre los habitantes de las regiones norte de las actuales Rusia y Escandinavia. Y sobre los hábitos pre-cristianos de sus coterráneos, que consideraba bárbaros, era un poco más claro aún. “Los Derevlianianos”, escribió sobre los antiguos jefes feudales de Kyiv, “existía una moda bestial, y vivían como ganado. Se mataban entre ellos, hartaban cada cosa impura y no contraían matrimonio, sino que sólo tomaban a vírgenes capturándolas.”.
Según el cronista, otras tribus eslavas eran culpables del mismo comportamiento. “No había matrimonio entre ellos, sino simples festivales entre las aldeas. Cuando la gente se reunía para juegos, para bailes y para otras diversiones diabólicas, los hombres en esas ocasiones se llevaban mujeres para esposas, y cada uno tomaba una mujer con la que se había entendido. de hecho, cada uno de ellos incluso tenía dos o tres mujeres.”.
Sería un error tomar en cuenta las prácticas eslavas de matrimonio, o de carencia de éste, como la descripción de una norma, más que la de una desviación. El cronista, un monje cristiano de un período posterior, lógicamente aborrecía las desviaciones de la moral Cristiana y centraba su atención en los festivales juveniles, que iban contra la institución establecida del matrimonio. Ibrahim ibn Ya´kub, un judío de Cordoba que visitó las tierras de los eslavos occidentales a mediados del siglo X, reportó que los matrimonios eslavos eran fuertes, además de que la dote era una de las mejores formas de acumular riqueza.
Notó, sin embargo, que tanto los muchachos como las muchachas esperaban experimentar las relaciones sexuales antes de casarse.
“Sus mujeres, cuando ya están casadas, no cometen adulterio”, escribió Ibn Ya´kub. “Pero una chica cuando se enamora de un hombre o de otro, se entragará a él y satisfará su lujuria. Si un esposo se casa con una chica y la encuentra virgen, le dice que ´Si hubiera algo bueno en ti, seguro otros hombres te hubieran deseado y seguramente ya habrías hallado quién te quitara la virginidad´de modo que la manda de regreso y se libera de ella.”
Sabemos muy poco sobre los eslavos que se establecieron en el territorio ucraniano antes de los siglos X y XI.
Lo que si sabemos viene, por mucho, del imperio Bizantino, o de los Godos, ambos adversarios, o de monjes cristianos de siglos posteriores, como el cronista Kyivano que hemos mencionado tanto y ció a los eslavos un poco más que portadores de supersticiones paganas. Todos los reportes los describen como bárbaros que combatían al imperio Cristiano, o al dogma y rituales Cristianos. Lo que era ignorado por los cronistas y permanece fuera de nuestro conocimiento es el proceso de su colonización tan pacífica de Europa oriental, la que los llevó de su hogar, las regiones noroccidentales de la presente Ucrania principalmente, hasta lo profundo de los Balcanes al sur, más allá del Vístula y al otro lado del Oder en el oeste, hasta el Mar Báltico en el norte y los rios Volg y Oka en el este. Los eslavos eran agricultores que, al contrario de los nómadas que invadían por la fuerza, colonizaron lenta y pacíficamente, por lo que los resultados probaron ser de larga duración.